Leí un poco a la autora Anne Lamott, quien dice: “To love yourself as you are is a miracle…” — amarte tal como eres es un milagro, porque la vida real no siempre es perfecta ni clara.

Amarnos a nosotros mismos no se trata del autocuidado que vemos en redes, ni de un mantra de superación personal. No se trata de ser siempre mejores, más felices o más ordenados.
Se trata de olvidar tantas presiones y aprender a simplemente ser.

La Navidad suele venir cargada de exigencias silenciosas, como si el nacimiento de Jesús viniera acompañado de una lista de tareas emocionales.
Pero el relato original no es aspiracional.
Es incómodo.
Es desordenado.

Es vulnerable.

Dios no eligió una escena de película ni a personas emocionalmente resueltas. Eligió un pesebre, una joven asustada, un carpintero confundido, personas y animales que apenas entendían lo que sucedía. Eligió lo frágil.
Y ahí, justo ahí, decidió habitar.

 

Esta Navidad, tal vez el acto espiritual más honesto no sea hacerlo todo perfecto, sino simplemente entender que la gracia de Dios te encuentra

tal como eres.


El pesebre es presencia: de un Dios que no esperó que estuviéramos listos para acercarse.

Así que si esta Navidad te encuentras sensible, distraído, un poco perdido o emocionalmente torpe, quizá no estés fallando al espíritu navideño. Quizá lo estés entendiendo por primera vez Dios nos ama incondicionalmente tal como somos. 

 

 

Feliz Navidad.
Y un fuerte abrazo en la distancia, de esos que se sienten como un rayo de sol que calienta en pleno invierno.

 

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios