Esta semana fue mi cumpleaños
Y si algo he aprendido con los años, es a valorar la fuerza que Dios ha puesto en mí. Esa fuerza que me sostiene cuando la vida se pone difícil y me recuerda que sí puedo seguir… aunque duela.
También he descubierto la paciencia. Leí una vez que ‘cuánto amor hay en la paciencia’, y lo entiendo cada mañana cuando veo a mi mamá, que vive con alzhéimer. Es ahí, en lo simple y lo real.
Los años me han mostrado que las tormentas pasan. Que la vida es luz y sombra, belleza y fealdad, amor y pérdida. No es cliché: envejecer te da una mirada distinta… más profunda, quizás más sabia.

Y esta década —siento— que está siendo transformadora. Mis hijos buscan su camino por cuenta propia.
Dicen que con los años nos volvemos testarudos —Alguien dijo “duros de mollera” ja ja ja— y hay un dicho que dice: “a un perro viejo no se le enseñan trucos nuevos”.
Pero la vida me ha demostrado lo contrario: me estoy volviendo más flexible. Y ahora, cuando no sé qué viene, simplemente digo: “Quizás”
Leí una frase de Maria Popova en The Marginalian que me encantó:
“Nada, ni una sola cosa, nos daña más —o nos hace dañar más a otros— que nuestras certezas.”
Y sí… “Quizás” se volvió mi nueva manera de mirar el mundo, mi nueva palabra favorita.
Es una mezcla de miedo y libertad.
Mis certezas se están soltando —excepto dos: Dios y mi familia— y todo lo demás está en movimiento.
Y aunque asusta un poco… también se siente bien.
Envejecer también me está enseñando a no creer tanto en mis propias historias mentales. A cuestionar, a abrirme, a no tener todas las respuestas.
Hay un Salmo que amo y que resume todo esto el 90:12 dice:
“Enséñanos de tal modo a contar nuestros días, que traigamos al corazón sabiduría.”
Hoy busco más la sabiduría, con ganas, con nuevos proyectos y con fe.
Agradecida por todo lo que fue, abierta a lo que viene y bien consciente en el presente.
Gracias por tanto amor y mensajes lindos.
Quizás lo mejor todavía está por llegar.