¿Sabías cómo crece el bambú?

Durante los primeros años —sí, años, no días— aunque lo riegues, lo abones, lo cuides con esmero… no se ve nada. Parece que no pasa absolutamente nada. El bambú puede pasar entre 3 y 7 años sin mostrar crecimiento visible sobre la tierra. Durante ese tiempo, no da fruto ni brota cañas nuevas, pero no está inactivo: está desarrollando un sistema de raíces sólido y extenso bajo tierra.

Y entonces, un día… ¡Crece! Cuando las raíces están listas, el crecimiento es rápido y sorprendente: el bambú puede crecer hasta un metro por día, todo ese tiempo de espera, todo ese cuidado silencioso, de pronto, florece con fuerza.

Así también funcionan nuestros hábitos.

Hay cosas que hacemos cada día:
orar, perdonar, educarnos, agradecer, cuidar nuestro cuerpo, bendecir a otros, mantenernos disciplinados.
Son actos sencillos, muchas veces silenciosos, que forman parte de una vida intencional. Como diría una psicóloga, aprendemos a “autopaternarnos” Es un término relacionado con el concepto de "reparenting" en inglés, que significa "reeducarse" o "recriarse emocionalmente". Somos adultos, y ya no necesitamos que alguien nos diga qué hacer. Somos nosotros quienes decidimos guiarnos con amor y disciplina,  construyendo hábitos que reflejan propósito.

Y muchas veces no vemos resultados inmediatos.
No sentimos nada especial.
Y nos preguntamos: ¿vale la pena seguir?

Y es ahí donde muchos se detienen. Porque creemos que si no sentimos algo, no vale.
Pensamos:

“Hoy no tengo ganas de leer la Biblia.”
“Hoy no quiero salir a caminar.”
“Hoy no quiero ir a la iglesia.”

Nos volvemos renuentes a los hábitos que nos hacen bien, porque confundimos fe con emoción, constancia con entusiasmo.

Yo también paso por eso.
Hay días que no tengo ganas de ir a la iglesia. Pero voy igual.
Hay momentos donde preferiría perder el tiempo en TikTok que salir a correr. 

Los hábitos son como el bambú: es regar y regar y no vemos resultados enseguida, pero cada acto de fidelidad fortalece nuestras raíces.

Cuando decidimos amar, servir, seguir, obedecer… aun sin ganas. 

Hábitos diarios que no son inútiles. Son raíces. Y cuando llegue el tiempo… darás fruto. Mucho fruto.

No estás perdiendo el tiempo: estás sembrando, tal vez hoy sientas que tu esfuerzo es invisible. Que tu constancia no da fruto. Que nada cambia.

Pero recuerda: como el bambú, todo florece a su tiempo.

Sigue regando tus hábitos.
Sigue caminando con Dios, aunque a veces  no lo sientas.
Sigue orando por tus hijos, aunque aún no veas respuesta.
Sigue con esa vida saludable, con el ejercicio diario, con la lectura que edifica.

Y aunque hoy el proceso parezca lento o incluso doloroso, Dios no desperdicia ninguna temporada. 

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”
– Romanos 8:18

Nada de lo que estás viviendo es en vano. El fruto que viene será mayor todo lo que sembraste en fe comenzará a crecer.
Y crecerá fuerte, firme, hermoso…