A veces pensamos que, por nuestra edad, por los errores del pasado o por las vueltas inesperadas de la vida, ya no hay espacio para comenzar de nuevo. Mudarse a otro país, empezar una relación, cambiar de trabajo o reconstruir sueños rotos puede parecer cada vez más difícil.

Empezar de nuevo no es fácil. No es una frase bonita ni un mensaje optimista vacío. Es la realidad: volver a levantarse después de un fracaso, mudarse a otro país sin conocer a nadie, reinventarse en un nuevo trabajo, reconstruir un matrimonio roto o emprender algo totalmente distinto a cualquier edad,  se siente como subir una cuesta empinada sin saber cuánto falta para la cima.

Y sí, cuesta. Porque hay cosas nuevas que aprender, hay miedos que callar y hay fuerzas que, a veces, simplemente no están. El problema es que muchas veces ni siquiera creemos que sea posible lograrlo. Dudamos de nuestra capacidad, de nuestra edad, de nuestras circunstancias. Nos sentimos cansados, derrotados o demasiado tarde para volver a intentar.

Pero quedarse quieto, sin intentar nada, es hundirse. No hacer nada duele más que fracasar.

Rendirse es permitir que lo que pudo ser se quede en nada.

Ahí es donde entra la fidelidad de Dios. Su palabra no promete caminos fáciles, pero sí que estar ahí para renovarnos cada día. Lamentaciones 3:22-23 lo dice claro:
“Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.”

Cada mañana es una nueva oportunidad, no porque todo se resuelva de la noche a la mañana, sino porque cada día trae una nueva oportunidad.

Isaías 40:31 lo recuerda así:
“Pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.”

Las águilas no huyen de la tormenta. La enfrentan y usan su viento para elevarse. Así también, confiar en Dios no significa que no habrá tormenta, significa que podemos atravesarla y salir más alto.

No importa si tienes 25 o 60. Si estás empezando un negocio o aprendiendo algo de nuevo. Vale la pena intentarlo. Porque no estás solo. Dios está contigo, sosteniéndote, renovando tus fuerzas y dándote propósito.

 

Y cuando estés renovando fuerzas, recuerda rodearte de las personas adecuadas. Tal vez hayas oído decir que las personas heridas tienden a herir a otros… pero también es verdad que las personas sanadas pueden sanar a otras.