Hacer planes es sabio. Organizar, soñar y trazar metas, refleja orden, responsabilidad y visión. De hecho, la Biblia nos enseña la importancia de vivir con propósito y diligencia.

De hecho, la Biblia nos enseña la importancia de vivir con propósito y diligencia. Pero, ¿qué pasa cuando los planes no salen como esperábamos? Ahí es donde la fe entra en juego. Fe no significa vivir sin estructura ni sin dirección. Significa que, cuando todo parece salirse de control, confiamos en que Dios sí tiene el control. Aunque no entendamos lo que ocurre, Él sigue teniendo un propósito. En Hechos 7:5, se nos dice que Abraham “no recibió herencia en la tierra, ni siquiera un lugar para poner el pie”, y aun así creyó. ¿Por qué? Porque su confianza no estaba en lo visible, sino en la promesa de Dios. La fe no cancela la planificación, la complementa. Porque cuando nuestros planes fallan, el propósito de Dios permanece firme.

¿Hay algo que no está saliendo como lo planeaste? No todo está perdido. Tal vez estás en el terreno perfecto para que la fe crezca.
A veces, el terreno de la incertidumbre es el que Dios elige para obrar sus mayores milagros.