Según la Organización Mundial de la Salud, alrededor del 5 % de los adultos en el mundo (unos 280 millones de personas) padecen depresión. Es una realidad silenciosa, pero profunda, que no excluye a los cristianos.
Lamentablemente, dentro de muchas iglesias aún se malinterpreta la depresión como falta de fe. Algunos creen que basta con decir: “¡Ánimo, confía en Dios!”, sin comprender que frases así pueden intensificar el aislamiento y la culpa en quienes sufren.

Pero la Biblia no es indiferente al dolor emocional. Por el contrario, nos muestra que incluso los grandes hombres y mujeres de Dios enfrentaron momentos de profunda tristeza, agotamiento y hasta deseos de morir. El profeta Elías es un claro ejemplo.
“Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya,
oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.”
— 1 Reyes 19:4 (RVR1960)
Tras una gran victoria espiritual en el monte Carmelo, Elías se sintió amenazado, solo y sin fuerzas. Huyó al desierto y, con el alma llena de angustia, pidió la muerte a Dios:
“Basta ya, oh Jehová, quítame la vida...”
— 1 Reyes 19:4
Estas palabras revelan una profunda crisis emocional. Elías estaba deprimido. No quería seguir viviendo. Sin embargo, lo más impactante de este pasaje no es el dolor de Elías, sino la forma en que Dios respondió.
Dios no lo juzgó, ni le dijo que su fe era débil. Tampoco lo obligó a "ponerse de pie" con fuerza humana. En cambio, lo cuidó con ternura, paso a paso:
Le permitió dormir.
Le envió un ángel con alimento (¡dos veces!).
Lo llevó a un lugar seguro (el monte Horeb).
Y allí, le habló con suavidad, no en el fuego ni el viento, sino en un “silbo apacible y delicado” (1 Reyes 19:12).
Pero la Biblia no es indiferente al dolor emocional. Por el contrario, nos muestra que incluso los grandes hombres y mujeres de Dios enfrentaron momentos de profunda tristeza, agotamiento y hasta deseos de morir. El profeta Elías es un claro ejemplo.
“Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino, y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: Basta ya,
oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres.”
— 1 Reyes 19:4 (RVR1960)
Tras una gran victoria espiritual en el monte Carmelo, Elías se sintió amenazado, solo y sin fuerzas. Huyó al desierto y, con el alma llena de angustia, pidió la muerte a Dios:
“Basta ya, oh Jehová, quítame la vida...”
— 1 Reyes 19:4
Estas palabras revelan una profunda crisis emocional. Elías estaba deprimido. No quería seguir viviendo. Sin embargo, lo más impactante de este pasaje no es el dolor de Elías, sino la forma en que Dios respondió.
Dios no lo juzgó, ni le dijo que su fe era débil. Tampoco lo obligó a "ponerse de pie" con fuerza humana. En cambio, lo cuidó con ternura, paso a paso:
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Le permitió dormir.
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Le envió un ángel con alimento (¡dos veces!).
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Lo llevó a un lugar seguro (el monte Horeb).
Y allí, le habló con suavidad, no en el fuego ni el viento, sino en un “silbo apacible y delicado” (1 Reyes 19:12).
Este relato nos enseña que Dios entiende el dolor emocional y responde con compasión, no con condena.
Aprendemos que:
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La depresión no es señal de poca fe. Aun los siervos más usados por Dios la han enfrentado.
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Dios no abandona al que sufre.
“Cercano está Jehová a los quebrantados de corazón…” (Salmo 34:18)
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Descanso, cuidado físico y apoyo son esenciales. Dios primero restauró el cuerpo de Elías antes de hablar a su alma.
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No estás solo. Elías pensaba que era el único fiel, pero Dios le reveló que había 7,000 más. La depresión distorsiona nuestra percepción.
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Dios aún tiene un propósito para ti. Después de este episodio, Elías ungió a Eliseo y siguió impactando vidas. Dios no había terminado con él.
Aunque Dios está con nosotros en el sufrimiento, también debemos reconocer que la ayuda profesional es parte de su provisión. Así como Dios envió alimento y descanso a Elías, hoy también puede usar médicos, psicólogos, terapeutas y medicamentos para traer sanidad.
Buscar ayuda médica no es falta de fe, sino sabiduría.
Además, la familia y la comunidad juegan un papel vital. Escuchar, acompañar y ofrecer apoyo sin juicio puede marcar una diferencia inmensa para alguien que lucha con la depresión. La soledad es tierra fértil para el desánimo, pero el amor humano refleja la presencia de Dios en lo cotidiano.

Si hoy te sientes como Elías —cansado, sin ánimo y sin fuerzas— recuerda:
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No estás olvidado. Dios te ve.
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No estás roto. Dios restaura.
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No estás sin propósito. Dios aún tiene planes para ti.
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados,
y yo os haré descansar.”
Mateo 11:28
La depresión no anula tu fe ni tu valor delante de Dios. Él no se aleja del que sufre, sino que se acerca, consuela, restaura y habla con ternura.
Y también te rodea de herramientas humanas y médicas para ayudarte a levantarte.
Como con Elías, puede que no sientas un fuego desde el cielo… pero sí recibirás su amor en el descanso, en la palabra oportuna, en una terapia, en una oración, o en un abrazo.
No estás solo.

Tal vez alguien que conoces necesite estas palabras hoy… compártelas