La etapa preescolar (de los 3 a los 5 años) es una temporada fértil, donde el corazón del niño está abierto a recibir enseñanzas que marcarán su vida entera.

En esta etapa de descubrimiento, juego y asombro, los niños están especialmente abiertos a conocer a Dios, experimentar su amor. Su corazón es tierra fértil, sensible y cada momento cotidiano puede convertirse en una oportunidad para sembrar semillas de fe.
Como madres, padres y educadores cristianos, tenemos el privilegio —y también la hermosa responsabilidad— de acompañarlos en sus primeros pasos de fe. Al compartir con ellos el amor de Dios.

Jesús dijo en Mateo 13 que el sembrador salió a sembrar. La semilla es la Palabra de Dios, y el corazón del niño preescolar es como tierra nueva: receptiva, confiada y sensible. No hace falta grandes argumentos teológicos; basta una historia, una canción o una oración sencilla para que comprendan que hay un Dios que los ama.
Los niños de esta edad no solo aprenden con palabras, sino con lo que observan. Ellos absorben lo que ven en casa: cómo tratamos a los demás, cómo oramos, cómo reaccionamos en los momentos difíciles. Nuestra vida es su primera Biblia.
Para el niño preescolar, el juego es el lenguaje del corazón. Aprovechémoslo para enseñar valores del Reino: el amor, la generosidad, la obediencia, el perdón. Cantar canciones, simplemente hablar de Dios mientras pintan o riegan una planta son formas prácticas de introducir la fe en lo cotidiano.
Recordemos Deuteronomio 6:7:
"Y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes."
Es decir, Dios nos invita a integrar su palabra en cada momento natural del día.
La oración no debe verse como una obligación, sino como una conversación con su mejor amigo.
Que sepan que Dios los escucha y los ama tal como son.

En un mundo que cada vez más quiere definir la identidad de nuestros niños según sus emociones o influencias externas, nosotros podemos afirmar verdades eternas:
– "Tú fuiste creado por Dios con amor."
– "Eres valioso"
– "Dios tiene un propósito para tu vida."
Como dice 1 Corintios 3:6:
"Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios."
Nuestro papel es sembrar y regar. Dios trabaja en los corazones pequeños con la misma fidelidad que en los adultos.
La etapa preescolar es un tiempo sagrado para formar no solo hábitos, sino convicciones. Más que buscar niños "portados", busquemos formar niños con corazones sensibles. Que cada día, con amor, creatividad y ejemplo, sembremos la semilla de la fe en sus vidas.