"En todo tiempo ama el amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia."
— Proverbios 17:17
En un mundo que a menudo nos empuja hacia el individualismo, donde las redes sociales pueden dar una falsa sensación de conexión, el valor de una amistad verdadera brilla con más fuerza que nunca. Tener un círculo cercano, un pequeño concilio personal, es una de las riquezas más grandes que podemos cultivar en la vida.

No se trata de tener muchos amigos, sino de tener aquellos pocos con los que podemos ser totalmente nosotros mismos. Aquellos a quienes podemos acudir cuando el alma se desborda de alegría o se quebranta en la angustia. Personas que no nos juzgan, sino que nos escuchan. Que no tienen todas las respuestas, pero sí los abrazos adecuados.
El valor de un concilio íntimo
Así como los reyes tenían consejeros, cada uno de nosotros necesita un grupo de confianza: personas con sabiduría, amor y lealtad, que nos ayuden a ver con claridad cuando el corazón se nubla. Un "concilio" no en el sentido político o institucional, sino en el sentido más humano y espiritual: un grupo de amigos del alma, con quienes orar, reír, llorar y pensar.

Este círculo no se construye de la noche a la mañana. Se cultiva con tiempo, con presencia, con sinceridad. Y sobre todo, con amor. Es allí donde podemos compartir nuestras victorias sin temor a la envidia, y nuestras derrotas sin vergüenza.
Amigos para la vida y para el alma
La amistad verdadera no huye ante el dolor ni se esconde cuando la vida se complica. Está presente, aunque sea en silencio. A veces, el mayor regalo de un amigo es simplemente estar. Escuchar sin interrumpir. Abrazar sin preguntar. Orar en voz baja cuando no quedan fuerzas.
Y qué importante es tener con quién compartir una alegría también: celebrar un logro, una noticia esperada, una bendición recibida. La alegría compartida se multiplica, y la tristeza compartida se divide.

¿Y si no tengo ese círculo aún?
No te preocupes. Comienza por ser ese tipo de amigo que anhelas tener. La siembra fiel de amor, lealtad y escucha siempre da fruto. Ora por amistades saludables. Acércate a quienes reflejan valores similares a los tuyos. Y nunca subestimes el poder de una conversación sincera o de una oración compartida.
Dios nos creó para vivir en comunidad, para caminar acompañados. Nos regaló el hermoso vínculo de la amistad. No estás solo ni fuiste hecho para estarlo. Busca, cuida y valora tu círculo cercano. Porque como dice el sabio proverbio: un verdadero amigo ama en todo tiempo, y es como un hermano en los días de angustia.
