Sabiduría, honra y propósito

En muchas culturas, la vejez es vista con temor, como una etapa de declive o pérdida. Sin embargo, desde la perspectiva bíblica, la vejez es una temporada de gran valor, dignidad y propósito. Lejos de ser una carga, los ancianos son considerados pilares de sabiduría, ejemplos de fe y testigos vivos de la fidelidad de Dios.

La Palabra de Dios honra la vejez. En Proverbios 16:31, leemos:

“Corona de honra es la vejez que se halla en el camino de justicia.”

Aquí se presenta la vejez no como un final, sino como una “corona”, una recompensa por una vida vivida en obediencia y justicia. El paso del tiempo no resta valor a una persona; al contrario, lo aumenta, especialmente cuando se ha caminado con Dios.

El amor y la presencia de Dios no disminuyen con los años. El salmista clama con confianza:

“Aun en la vejez y las canas, oh Dios, no me desampares, hasta que anuncie tu poder a la posteridad, y tu potencia a todos los que han de venir.”
(Salmo 71:18)

Esta oración muestra que, incluso en la vejez, hay una misión: anunciar el poder de Dios a las nuevas generaciones. Los ancianos tienen un papel fundamental como transmisores de la fe, narradores de la historia sagrada, y puentes entre el pasado y el futuro.

Contrario a lo que muchos piensan, la vejez no es un tiempo de estancamiento, sino de fruto renovado. El Salmo 92:14 declara:

“Aun en la vejez fructificarán; estarán vigorosos y verdes.”

Dios no jubila a sus hijos. Mientras haya aliento de vida, hay algo que compartir, alguien a quien bendecir, una oración que elevar, una palabra de aliento que sembrar.

Muchos personajes bíblicos recibieron grandes promesas en su vejez.

En una sociedad que a menudo idolatra la juventud, la Biblia nos recuerda que los ancianos son fuente de sabiduría. En Job 12:12 se afirma:

“En los ancianos está la ciencia, y en la larga edad la inteligencia.”

La Iglesia y el mundo necesitan la voz de los que han vivido, sufrido, creído y perseverado. Necesitamos sus historias, sus consejos, su ejemplo de fidelidad. En Tito 2, el apóstol Pablo anima a los ancianos y ancianas a enseñar a los más jóvenes, mostrando que la vejez es también un ministerio.

Finalmente, la vejez nos recuerda que la vida terrenal es pasajera, y que nos preparamos para una vida eterna con Dios. Pero lejos de ser una despedida triste, es una esperanza gloriosa. Como dijo el apóstol Pablo:

“Aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior, no obstante, se renueva de día en día.”
(2 Corintios 4:16)

El cuerpo envejece, pero el espíritu puede crecer en gozo, esperanza y fe hasta el último aliento.

La vejez, desde la mirada bíblica, es un regalo divino. Es una etapa para ser honrada, vivida con propósito y rodeada de gratitud. Los ancianos no son un estorbo, sino tesoros vivientes de experiencia y gracia. Que como Iglesia y sociedad aprendamos a valorar, acompañar y escuchar a nuestros mayores, reconociendo en ellos la fidelidad de Dios a través del tiempo.

“Los justos florecerán como la palmera... Aun en la vejez darán fruto.”
(Salmo 92:12-14)

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