Niños Tímidos: Tesoros silenciosos

La timidez en los niños es una característica natural del temperamento, no un defecto. Según la psicología del desarrollo, entre el 15% y 20% de los niños nacen con un temperamento inhibido, lo que significa que son más sensibles a los estímulos sociales y necesitan más tiempo para adaptarse a nuevas situaciones (Kagan, 1997). No es señal de debilidad, sino de una manera distinta —y válida— de procesar el mundo.

Desde una perspectiva cristiana, esto tiene un valor profundo. La Biblia dice: “Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el vientre de mi madre... ¡Maravillosas son tus obras!” (Salmo 139:13-14). Cada niño, tímido o extrovertido, ha sido diseñado con intención y propósito.

Los niños tímidos suelen ser observadores, reflexivos y empáticos. A menudo desarrollan una gran inteligencia emocional, y con el acompañamiento adecuado, pueden florecer en confianza sin perder su esencia. La clave no está en “cambiarlos”, sino en guiarlos con amor y paciencia.

Jesús no pidió a los niños que fueran valientes o ruidosos para acercarse a Él. Simplemente dijo: “Dejad que los niños vengan a mí” (Mateo 19:14). En su reino, cada temperamento tiene espacio y propósito.

Como adultos, podemos ayudarles creando entornos seguros, afirmando su valor y modelando una fe que les enseñe que Dios los ama tal como son. Recordemos que incluso Moisés, quien dudaba de su capacidad para hablar, fue usado poderosamente por Dios.

La timidez no es una barrera, sino un terreno fértil donde, con apoyo emocional y guía espiritual, puede crecer una vida plena, sensible y profundamente conectada con Dios.

Añadir comentario

Comentarios

Todavía no hay comentarios